Ahora sí que llegan las campanadas y parece que la gente tenga prisa cuando todos los días del año tienen las mismas horas y cualquier día puede ser el primer día, pero ya me parece bien que quien quiera haga su reset de propósitos para fin de año, al menos lo hace. Y digo “al menos” porque no todo el mundo se atreve escuchar el silencio al haber parado el ritmo frenético o la rutina.
Muchos psicólogos animamos a nuestros pacientes a escuchar. Escuchar al otro nos trae menos malos entendidos y escucharnos a nosotros mismos menos tiempo perdido. Pero todo esto lo debemos encajar sobre una realidad muy importante, que gastamos mucho tiempo inmersos en las redes sociales y nuestra manera de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos ha cambiado, o mejor dicho nos hemos convertido en unos expertos en interpretación y unos yonkis de deseabilidad social, y eso es peligroso.
Normalmente enfocaría este tema en base a la adicción pero esta vez lo haré en algo inmerso en ella, la deseabilidad social, porque eso es exactamente lo que se esconde en las redes sociales, el agradar al otro. El agradar al otro no solo acaba aquí, el agradar al otro puede venir de no agradarnos a nosotros mismos, por percibir poca atención por parte de nuestro entorno o por haber hecho un mal uso de ellas. Autoestima y autopercepción.
Mal uso y buen uso, que dilema. Primero de todo, ningún psicólogo debe decirte lo que has de hacer, tú eres el que haces lo que quieres o decides. Para mi, un mal uso de las redes sociales es cuando estás ansioso para conectarte (te des cuenta o no), cuando estás en una mesa o actividad social y el tiempo que dedicas al móvil es igual o superior al que compartes con los de tu alrededor, o cuando tus publicaciones rozan el límite de la privacidad porque ahí pierdes la relación de tu valiosa intimidad (contigo y con los tuyos). Un buen uso es aquel que disfrutas, que lo haces por ti a tu bola sin esperar nada y que si te olvidas pues casi mejor por haber estado presente allí donde estas.
Si vas a una cafetería, al menos en una ciudades como Barcelona, parece que todos tengamos un tercer ojo enganchado al móvil, a veces por trabajo pero estoy segura que muchas veces hasta nos saltamos cosas importantes por la sed de instagram, facebook y demás. ¿Cuánto hace que no le sonríes a un niño que está por allí? ¿Y que lees el “periódico” en papel? ¿O que le das los buenos días a los de la cafetería y observas el despertar de la ciudad? O mejor, el despertar de tu casa.
Desde hace años que bautizo el año nuevo con una o dos palabras propósito que me acercan a mi esencia, porque la vida nos transforma y es mejor decidir que forma queremos tomar que no trasnformarse sin darse cuenta.
Yo ya elegí las mias, y lo hice para mi. Dale uso a la presencia y aprovecha el cambio de rutina para que salga tu esencia.
Feliz año nuevo.