Son muchos los interrogantes que nos plantea la situación de emergencia que estamos viviendo, tanto de tipo social y económico como emocional. En nombre del bien común, hemos renunciado a parte de nuestra libertad y día a día vemos los resultados de ello: entre todos estamos pudiendo combatir la pandemia de la COVID-19. Y a pesar de que los medios de comunicación dedican horas a los ámbitos médico y económico de la crisis, hacen poca incidencia en el tercer factor: el emocional. ¿Qué consecuencias tendrá el confinamiento en la salud mental de la población? ¿Cómo enfrentarse a la desescalada de la cuarentena? ¿Cómo asumir que nuestras relaciones sociales no volverán a ser las mismas al menos durante un largo período?
Sabemos que cualquier tipo de confinamiento provoca una serie de estados emocionales negativos: ansiedad, angustia, pensamientos recurrentes de tipo catastrofista, etc., que pueden derivar en un cuadro depresivo. No obstante, sin acudir a los extremos, y según algunos estudios, las alteraciones tras la cuarentena pueden ir desde síntomas de estrés postraumático y turbación hasta comportamientos relacionados con irascibilidad. Como cabría esperar, estas alteraciones anímicas se ven incrementadas en intensidad cuanto mayor es el período de confinamiento. Sin embargo, hay otros factores que también pueden acrecentarlas, como si tras la cuarentena persiste el peligro de contagio, si no se cuenta con la información adecuada respecto a la situación de la pandemia, si estos datos son negativos o si la situación económica familiar no se recupera a unos niveles tolerables. De la misma forma, hay determinados grupos de población que deberán estar más atentos a estas señales y obrar en consecuencia: por un lado, aquellas personas que ya presentaban alguna alteración mental previa al confinamiento; por otro, los trabajadores de la salud, expuestos como están a una situación extrema. En cualquier caso, los efectos negativos de una condición como la que estamos viviendo pueden perdurar meses o incluso años, así que es muy importante que tanto de una manera individual como desde las autoridades sanitarias se prevengan estos efectos.
¿Qué podemos hacer para superar la fase de desescalada de la pandemia por coronavirus?
Partimos de la base de que sufrir ansiedad o indicios de depresión en una situación como la que estamos viviendo no debe sorprender a nadie. Así que durante estos días de confinamiento, y tras este, deberemos ser honestos y “benévolos” con nosotros mismos y dejar que estas emociones fluyan. Tras la cuarentena, además, viviremos una fase de desescalada que todavía requerirá de nosotros grandes dosis de paciencia, solidaridad y prevención, por lo que deberemos seguir atentos a nuestras emociones y no rehuirlas: ¿cómo me siento? ¿De qué forma me afecta esta situación? ¿En qué medida mis emociones afectan a los demás?
Todavía estamos a tiempo de poner en marcha nuestro propio programa de desescalada con el fin de estar preparados y lo más fuertes posible, tanto mental como físicamente: sigue unas rutinas laxas, haz ejercicio cada día, tómate un tiempo para reflexionar o meditar, alimenta de forma sana tanto tu cuerpo como tu mente y practica la empatía. Nada que no debieras hacer también en tiempos de libertad.