La competitividad es un sentimiento que suele ser controvertido. Hay quienes piensan que se trata de algo malo, y otros creen que ese sentimiento es la única manera de progresar en la vida. ¿Tú qué opinas?
En este post quiero hablarte de las dos caras de la competitividad. Porque, como todo en esta vida, la competitividad también tiene un lado bueno y un lado malo. Sigue leyendo para entender cada uno de ellos.
La competitividad como codicia, narcisismo y envidia
Todos estamos obligados a competir en algún momento. Ya sea para conseguir un trabajo en un proceso de selección, o para encontrar pareja, la competitividad forma parte de nuestra vida.
Pero, hay quienes convierten este sentimiento en algo nocivo.
Son aquellas personas que compiten desde la codicia y la envidia. Quienes no soportan que a otra persona le vaya mejor o se le dé mejor hacer cierta cosa.
Estas personas sufren cuando no están siendo reconocidas como mejores que otros. Por eso, hacen todo lo posible por destacar. Incluso cuando “todo lo posible” incluye vejaciones o agresividad hacia los demás.
Quienes compiten de este modo lo hacen, principalmente, por tres razones:
- Falta de autoestima
- Personalidad psicopática
- Pensamiento rígido
La falta de autoestima se puede manifestar de muchas maneras. Hay en quienes se manifiesta como una necesidad de notoriedad constante. En su continua comparación con los demás, necesitan ser el ganador para aliviar su falta de autoestima.
La personalidad psicopática se manifiesta cuando la persona competitiva no duda en utilizar la agresividad, la manipulación o la intimidación para conseguir sus propios objetivos egoístas.
Por último, el pensamiento rígido es el típico de las personas que lo ven todo blanco, o negro. En su vida no hay grises. Por lo tanto, o son mejores que otros, o son peores. No hay tutía. Y, como es obvio, prefieren ser mejores.
La competitividad como autosuperación
La competitividad también puede estar enfocada desde el lado de la autosuperación. Y esta será la cara amable de este sentimiento.
Ser competitivo no tiene por qué significar destacar sobre los otros. Y, mucho menos, pasar por encima de ellos.
En primer lugar, la competitividad nos puede ayudar a conocernos mejor. Al identificar los momentos en que aparece este sentimiento hacia otras personas, podemos identificar también qué es lo que queremos realmente.
Y, por otro lado, la competición no tiene que ser siempre contra otros.
Si tomamos a los demás como un punto de referencia, y no como rivales, podemos alcanzar objetivos mucho más elevados.
Después de todo, no debemos olvidar que la competitividad no tiene razón para estar reñida con el compañerismo, ni con la colaboración.
De hecho, la competitividad puede convertirse en la manera de ser mejor de lo que somos en este momento. El motor que nos impulsa a ser mejores.
Como resumen, podemos decir que la competitividad tiene dos caras.
Una negativa, que es aquella competición que se centra únicamente en deseos egoístas y en sobresalir por encima de los demás.
Y una positiva, aquella que nos hace crecer, porque es una competitividad respetuosa y amigable, que toma a los demás como punto de referencia y no como rivales directos.