¿Alguna vez te has sentido culpable por algo? Estoy segura de que sí. La culpa puede aparecer como respuesta a algo que has hecho, a algo que has dejado de hacer, a algo que has pensado…
Se trata de una emoción compleja, que te puede llevar hacia dos vertientes: la autorreflexión (positiva) o la agresión (negativa).
Por eso, se puede decir que el sentimiento de culpa tiene dos caras, y puede causar diferentes efectos según cuáles sean los demás sentimientos que la acompañan.
En este artículo te quiero hablar de las dos caras de la culpa. ¿Estás preparado? ¡Vamos a empezar!
La culpa empática
Cuando has hecho daño a una persona y te sientes culpable, generalmente lo sientes debido a que a dicha culpa la acompaña la empatía.
Si sientes este tipo de culpa, normalmente te sientes mal por el dolor de la otra persona y, en muchos casos, esa tristeza que te provoca te lleva a pedir perdón y enmendar la situación.
Además, cuando tienes la capacidad de pensar en la culpa antes de llevar a cabo una acción negativa, esta emoción actúa como un salvavidas. Gracias a ella, evitas cometer un error y hacerte daño a ti o a los demás.
Por otro lado, la culpa intrapersonal es la que sientes cuando no haces lo que sabes que debes hacer. Gracias a esta emoción, eres capaz de valorar tus acciones como correctas o incorrectas y actuar mejor.
La culpa, cuando es positiva, puede ayudarte a reflexionar en tus propias acciones y tu propio ser, motivando la conducta moral y convirtiéndote en una persona mejor.
La culpa agresiva
La culpa puede ser también un sentimiento muy negativo, autodestructivo y que genera agresividad hacia los demás.
¡¿Cómo es posible que una emoción que puede ayudarte a ser mejor persona también te pueda llevar a ser una peor versión de ti?!
La respuesta es muy sencilla: la emoción que acompaña a la culpa en este caso no es la empatía; sino la agresividad.
Esta agresividad se puede dar contra uno mismo, porque el sentimiento de culpabilidad hace que disminuya la autoestima y se produzcan autocastigos.
Es el caso de la persona que comete un error y se instala en la rumiación obsesiva de ese error. No para de evocar la situación y sentirse mala persona por ello. De este modo, la única forma que encuentra de “solventar” su error es castigarse a sí misma.
Por otro lado, cuando la emoción que acompaña a la culpa es la vergüenza, es posible que se produzca una agresividad hacia el exterior. Agresividad contra los demás, a quienes hacemos culpables también.
Cuando esto ocurre, hay muy poco espacio para la empatía y la mejora personal.
¿Cómo manejar la culpa?
Todos nos hemos sentido culpables alguna vez. Pero, ¿cómo podemos hacer que la culpa sea positiva y no derive en enfermedades como depresión, trastornos obsesivos, adicciones, estrés postraumático, etc.?
Por un lado, si has cometido un error y es tu responsabilidad, es importante que le pongas solución. Corregir el fallo es la mejor forma, en ese caso, de eliminar la culpa y el dolor que genera.
Pero, ¿qué pasa si no eres capaz de solucionarlo o si ya estás sintiendo la culpa negativa? En ese caso, lo mejor es buscar la ayuda de una profesional de la psicología para canalizar esas emociones y mejorar la situación.