
La inteligencia emocional abarca una serie de competencias entre las cuales la empatía es una de las más preponderantes. Procedente de la palabra griega empathéia (“dentro de él”, “lo que se siente”), la palabra empatía se define como “1. f. Sentimiento de identificación con algo o alguien. 2. f. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”, tal como reza el DRAE. No obstante, la empatía es mucho más que identificación y compartir sentimientos. En el artículo de hoy, indagaremos en este fenómeno psicológico que tantas páginas ha llenado durante los últimos años en la literatura científica.
La empatía suele entenderse de manera errónea, quizá debido a que el término ha acabado formando parte de la lengua coloquial, donde su significado ha sido corrompido. Realmente, la empatía no es compartir opiniones o justificar la reacción emocional del otro, ni tampoco estar de acuerdo con su modo de interpretar el mundo emocional. La empatía trata de comprender al otro, de escucharlo activamente, de apoyarlo en sus procesos emocionales. También es contar con la habilidad de distanciarse de las emociones para poder entenderlas mejor, de discernir entre los estados afectivos del interlocutor cuando, sea por el medio que sea, expresa un estado emocional.
Cómo tener empatía
Es posible que a lo largo de tu vida, hayas vivido momentos en los que no te sentías comprendido, en los que sentiste que no habías recibido el suficiente apoyo de aquellos que te quieren. Y muy probablemente también hayas sentido una honda comprensión hacia una persona que, por la razón que sea, está viviendo un momento de especial dolor, angustia o cualquier otro sentimiento. Todos y cada uno de nosotros fluctuamos entre estas emociones. Y entonces ¿cómo saber si nuestro nivel de empatía es el sano, el correcto? En definitiva, ¿qué precisamos para ser empáticos?
Como con cualquier otro concepto psicológico de envergadura, no ha habido consenso entre la comunidad científica acerca de los componentes de la empatía. Sin embargo, hay unas cuantas características que han sido aprobadas por la mayoría de las corrientes que tratan sobre el tema. Veámoslas a continuación.
Como no podía ser de otra manera, en el primer puesto encontramos la escucha activa. Esta se caracteriza por que el interlocutor está atento a aquello que le comunica el otro. Es sensible al lenguaje no verbal y no interrumpe continuamente el discurso de quien expresa sus sentimientos.
Por otro lado, quien escucha debe mantener una actitud reflexiva, además de expresar comprensión mediante diferentes herramientas comunicativas, como por ejemplo mirar a la cara, asentir o reflejar expresiones faciales de acuerdo con el contenido de lo que se escucha. Además, hay que demostrar interés por aquello que nos cuentan.
Por supuesto, si así se considera, hay que ofrecer ayuda al que sufre, pero no resulta siempre necesario. Aquel que expresa sus sentimientos en muchas ocasiones lo único que pretende es desahogarse para después poder gestionar con asertividad sus emociones.
La empatía es ayudar a expresar, es ayudar a sanar.