
Empiezo el artículo por la reflexión que me trae a dicha afirmación: a veces le pedimos a los demás aquello que no somos capaces de dar ni nosotros mismos. Psicólogos o no, todos deberíamos saber detectar aquello que no nos permite evolucionar por miedo al cambio, por falta conocimiento, de seguridad o de valentía. Para pedir, primero demos ejemplo.
Desde hace unos años recibo mails de estudiantes de psicología, de futuros psicólogos del deporte, etc., para entrevistarme para sus trabajos de final de grado o master. Al principio me hacia gracia porque me quedaba cerca el ser yo la que pedía con mucho respeto y admiración, y ahora siento respeto y admiración por los que hacen aquello que yo también hice: querer evolucionar, ser curiosa, preguntar, escuchar, y trabajar sin parar para conseguir mi objetivo.
Empezando así el artículo parece que el discurso se limite al ámbito profesional, pero no, esto de pedir aquello que no damos también ocurre (y mucho) en el ámbito personal, familiar, social y político. Algunos ejemplos son cuando nos piden según qué cosas más que el simple hecho de que nos las pidan, cuando no somos suficiente para la sociedad/familia por ser “diseñados” para dar resultados y no para ser auténticos, o cuando las obligaciones sociales no son equitativas a los derechos que recibimos por ejemplo en ciudades como Barcelona. Podríamos seguir de la de factores que interfieren en el desarrollo de nuestra autosatisfacción, desarrollo y autoestima.
A los psicólogos (en especial a los del deporte) nos encanta ver como las a través del deporte se rompen creencias limitantes que nos impedían desarrollaros y expresarnos con libertad, y como esto se extrapola a otras áreas de la vida y las personas cambian. Cuando dicen que las personas no pueden cambiar es porque hay personas que no saben lo que deben cambiar. Pero a los psicólogos también nos encanta ver cómo el cambio en una sola persona causa efecto dominó o efecto bola de nieve en las que la rodean. Esto sucede con el deporte, con la adhesión de hábitos saludables, con las actitudes, con la manera de pensar, de actuar, de reaccionar y con la disponibilidad de afrontar cualquier reto.
No importa si es el deporte o otra cosa, pero si te sientes paralizado por demasiado análisis debes encontrar aquello que te movilice y te permita desarrollarte con libertad. Esto también sucede en ciudades como Barcelona, donde el entusiasmo o el estrés se contagian a la velocidad de la luz. Pero este efecto no solamente se contagia entre iguales (equipos, sistema familiar y grupos de amigos), sino que también sucede de pequeños a mayores y de mayores a pequeños, a lo mejor porque unos aun no tienen creencias limitantes y los otros ya han roto con ellas. Por eso es tan bueno relacionarse con niños o con gente mayor, ellos te preguntaran muchas veces porque pero nunca te cortaran las alas. Supongo que por esto dicen que no debemos perder nuestro niño interior.
Así que como le decía a mi ahijada mientras subíamos a un columpio que le daba miedo, cuando te digan “tu no puedes” primero diles “mira como lo hago”.