
En este blog, hemos hablado muchas veces del cambio y de lo doloroso que puede resultar para algunas personas que se aferran a la situación anterior. También, hemos hablado de cómo tolerar la incertidumbre cuando llegan momentos de cambio.
En este artículo, quiero hablarte de la resistencia al cambio y por qué, por mucho que te esfuerces, esta no consigue cambiar la realidad. Además, veremos tres pasos imprescindibles para superar esa resistencia que te impide vivir con felicidad.
Desde el punto de vista de la psicología, la intolerancia al cambio no es, en absoluto, un tema baladí. En muchas ocasiones, las visitas al psicólogo son debidas a una intolerancia a los cambios, o una resistencia a ellos.
Resistirnos al cambio no cambia la realidad
Cuando un cambio ha llegado a nuestra vida o se vuelve imperativo, no podemos cerrar los ojos a la realidad.
Debemos dejar de resistirnos a él y cambiar en consecuencia, para adaptarnos a la nueva realidad. Enfocarnos en conservar la realidad, o volver al pasado, solamente produce amargura y desilusión.
Si una situación es negativa y requiere un cambio, el hecho de resistirnos a él no cambiará la realidad. Del mismo modo, si un cambio ya se ha producido, aferrarnos al pasado no cambiará la nueva realidad que ya se ha impuesto.
En vez de resistirnos, hacemos bien en adaptarnos a esa nueva realidad, para poder encontrar la felicidad y la paz mental.
Cómo producir cambios
Para dejar de lado la resistencia al cambio, no basta con querer hacerlo. La falta de voluntad no es la única piedra de tropiezo cuando hay resistencia al cambio. Según los expertos, se ha definido a esta resistencia y su forma de eliminarla como una pirámide.
En esa pirámide se encuentran tres elementos: el saber, el poder y el querer.
El primero de ellos es el saber. Para poder aceptar un cambio, lo primero que necesitamos es tener los conocimientos suficientes para entenderlo. El conocimiento sobre esa novedad nos traerá también información sobre los beneficios de que haya ocurrido.
Gracias al saber, podemos empezar a ver de una forma mucho más positiva esa novedad de nuestra vida.
El segundo de los elementos es el poder. Si el cambio no ha llegado, sino que nos corresponde a nosotros realizarlo, es importante poder hacerlo. Puede que entendamos que debemos hacer el cambio, conozcamos los beneficios y, aún así, no podamos hacer nada para cambiar.
Si este es el caso, algo muy útil puede ser recordar los logros que ya hemos alcanzado en el pasado. Quizá sobre momentos difíciles que hemos vivido y, finalmente, superado.
El último elemento, ahora sí, es el querer. Finalmente se encuentra esa voluntad, el querer hacer los cambios necesarios o querer aceptar los que han ocurrido.
Aunque el querer es importante, también puede ser traicionero. Puede que creamos que nunca querríamos algo que nos perjudica o que nos llevase a fracasar. Sin embargo, si analizamos con frialdad nuestros fracasos pasados, nos podemos dar cuenta de que hemos contribuido de manera decisiva en ellos.
Sin duda, la resistencia al cambio no crea una realidad a nuestra medida. Por eso, hacemos bien en adaptarnos a los cambios o, incluso, provocarlos nosotros mismos si una situación no está siendo satisfactoria en nuestra vida.