La realidad del estrés en una ciudad como Barcelona.

By 21 mayo, 2018octubre 26th, 2021Prensa
estrés

 

Estrés. Nombre masculino. Estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al normal que suele provocar diversos trastornos físicos y mentales. En otras palabras, y enfocado a la realidad de ciudades como Barcelona, el esfuerzo que hacemos para tener cubiertas las necesidades básicas no corresponde a la recompensa del esfuerzo. Y digo Barcelona por dos razones, una porque es donde vivo y dos porque es donde me dedico a la psicología.

Desde que nacemos hasta que morimos la sociedad en la que vivimos nos educa a ser productivos por estar montada de tal modo que siempre te obliga a más, y no estoy hablando de inconformismos, si no de que lo que hacemos parece que nunca sea suficiente. ¿Es pedir demasiado que una familia pueda tener cincuenta metros cuadrados para criar a sus hijos? Esta pregunta solo es una de miles que forman parte de las principales causas del estrés que, por desgracia, vivimos casi el 47% de los catalanes, siendo superior en las mujeres y sobre todo con el nacimiento del segundo hijo.

Si desnudamos la naturaleza del estrés, vemos que es una reacción rápida del organismo ante una demanda o un desafío que no tiene por qué ser negativa por ser una respuesta natural de supervivencia y de rendimiento. Pero resulta que en vez de ser seres vivos capaces de responder a estresores reales en momentos puntuales para guardar nuestra supervivencia, nos hemos convertido en supervivientes por vivir permanentemente en estado de alerta ante una realidad llamada exceso de actividad y de cansancio, falta de sueño y de tiempo, sobredosis de trabajo, falta de ocupación, problemas emocionales y enfermedades tanto físicas como mentales causadas por el mismo estrés que deterioran nuestra calidad de vida y nuestra salud en general. Vivimos en un desafío constante que vemos como normal, pero eso no significa que sea normal. Porque no es lo mismo salir corriendo y como consecuencia hiperventilar que vivir corriendo e hiperventilando.

La superficie de esta problemática endémica se caracteriza por un cuadro sintomático que tiene como común denominador la ansiedad, el insomnio, la irritabilidad, la autoexigencia, la preocupación excesiva, y la falta de tiempo para cuidarnos. Pero ¿qué significa cuidarnos ante esta realidad? Aceptar y actuar. Ya sea acudiendo a un profesional o no, debemos aprender recursos y hábitos saludables para afrontar y/o para ser más resistentes ante los estresores externos hasta que lo de afuera no cambie. ¿Y porque digo hasta que no cambie? Pues porque lo de afuera no solo depende de nosotros, pero lo que hagamos con nuestra manera de interpretarlo y de vivirlo sí.

Como veis, la lógica del mismo síntoma es la estrategia para actuar frente al estrés, porque el estrés nos aleja de aquellos hábitos saludables que en realidad son la mejor medicina, y no la sobredosis de tratamientos farmacológicos formados por ansiolíticos, relajantes, antidepresivos y somníferos que, a veces, hasta permitimos autorecetarmos. Esto solo son reacciones para salir del paso o tiritas para tapar la herida e ir tirando.

Nuestra propia responsabilidad y la de la salud y políticas públicas deberían prohibir seguir tirando de esta manera ante esta situación tan alarmante porque, como he dicho antes, estos síntomas tan solo son la superficie de enfermedades físicas, emocionales y psicológicas que no paran de ganar terreno en nuestra sociedad. Dolores de cabeza y musculares, fatiga crónica, trastornos afectivos, depresión, trastornos de ansiedad, adicciones (con o sin substancia), aislamiento social, etc., un bucle causado por múltiples factores de origen social, personal y cultural que a veces pueden incluso acabar en forma de suicidio.

Y porque no se le pone más énfasis a esta situación? Pues como en muchos otros estigmas de la sociedad, las enfermedades mentales y el suicidio son realidades que, aunque no se ven o no se quieran ver, existen camufladas con medicaciones o como inesperados y desafortunados accidentes de tráfico o atropellos ferroviarios. Y es que esta realidad no solo la sufrimos los adultos, sino que lamentablemente el sistema también se apodera de los más pequeños. TDHA, bulling, problemas de autoestima, trastornos de ansiedad, de alimentación, abuso de substancias, adicción al móvil, aislamiento social, y entre otros, el suicidio, siendo la muerte principal entre los quince y los treinta años.

Todos y cada uno de nosotros deberíamos preguntarnos qué podemos hacer al respecto, y no tan solo por nosotros mismos sino ante el panorama global que nos rodea y que de un modo u otro determina nuestro día a día. Empecemos por aceptar que aquello que nos resulta incómodo es algo con lo que no nos identificamos, ya sea un factor psicológico, personal o cultural, e intentemos actuar desde lo que depende de nosotros en vez de reaccionar. Digo desde lo que depende de nosotros porque la crisis económica, política y de valores de nuestra sociedad es algo que a veces nos sobrepasa y no nos ayuda a darte importancia a lo verdaderamente importante, porque en realidad para vivir no necesitamos tantas cosas. Ojalá aprendiéramos de otras culturas para sanar la nuestra.

Invierte en tu equilibrio con más acciones y menos reacciones, con menos prejuicios y más compasión, bondad y respeto hacia ti y hacia los demás, y quizás entre todos aprendamos a crear otra realidad y sanar esta sociedad. Seria genial cambiar la sociedad para sanar la realidad del estrés, pero como debemos actuar sobre lo que depende de nosotros no hagamos lo mismo que hace la sociedad, porque explotándonos no nos estaremos autorealizando, estaremos alejándonos de nuestra salud y de nuestra evolución personal, social y cultural.

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