Entrena tu mente.

By 23 febrero, 2018octubre 26th, 2021Prensa

Una mañana me desperté y por segunda vez llegaba a mi una contra de La Vanguardia que decía así, “Quiero que me digan lo que no quiero escuchar”, y puede que exactamente esto es lo que hagan tanto los buenos amigos como los psicólogos, abrirte al universo. Pero el mensaje va mucho mas allá, porque esta contra me está diciendo aquello que mi voz interior intenta escuchar y predicar. Paradoja y realidad, como la vida misma. Qué de importante es saber escuchar.

El Doctor Alejandro Jadal, quien fué entrevistado en dicha contra por ser reconocido como uno de los diez hispanos más influyentes del mundo, reconceptualizó el concepto de salud y de felicidad diciendo que la salud no debería ser una condición sino una habilidad, la habilidad de adaptarnos y gestionar los desafíos, y la felicidad el arte de desaprender para tomar conciencia de que nuestro yo es el causante de nuestros apegos e insatisfacciones dentro de este todo que no entendemos o que no podemos descifrar. Y la pregunta que me hago es, ¿para qué queremos controlarlo todo si formamos parte de un todo que ni entendemos? El para qué contéstatelo tú mismo porque cada uno tiene su realidad. El porque es algo más global, igual de globales que se están manifestando sus consecuencias. Consecuencias que no nos ayudan ni a estar saludables ni a ser felices.

Por un lado ésta realidad global es que sólo somos un estadio de la consciencia del universo, y por el otro es que en la evolución de nuestra propia consciencia y de cómo entendemos lo que nos sucede es donde se halla nuestra evolución como seres humanos, individual y colectivamente. ¿Y qué tenemos que decir de esto los psicólogos? Pues que si poco conectamos hacia dentro poco podremos conectar hacia fuera, siendo la calidad de nuestros pensamientos lo que determina nuestra salud, nuestra felicidad y los niveles desorbitados de estrés y ansiedad de nuestra sociedad. Por el contrario, si conectáramos con lo que verdaderamente importa todos actuaríamos con más amabilidad y compasión hacia nosotros mismos y hacia el exterior, estaríamos mas saludables y felices, y los gestos humanos cotizarían más como valores fundamentales en nuestra sociedad. Entendiendo compasión como el compromiso y la voluntad de aliviar el sufrimiento. Pero ¿nos faltan herramientas?, ¿no las tenemos? Claro que las tenemos pero no las entrenamos.

¿Y cuales son estas herramientas? Sentido común. Aplicar el pensamiento crítico, tomar decisiones, saber decir que no sin herir, liderar bien, debatir sin irritarse y saber calmar al otro si se irrita. Porque el otro también forma parte del todo y debemos sentir, pensar y actuar en beneficio de todos empezando por nosotros mismos. Y esto no es ser egoísta porque estas destrezas sirven para todos los contextos, y es más, se contagian. Igual que la política debe basarse en lo que nos une, hagamos buena política, gente saludable y una sociedad libre de este sufrimiento que sí que podemos minimizar. Todos seriamos más felices y estaríamos más sanos si entrenáramos nuestra consciencia desde los pequeños actos hacia nosotros mismos y hacia los demás. Veamos que podemos hacer entre todos.

Creo que al 90% de mis pacientes les he cuestionado esto que voy a escribir. Cuando tenemos un problema o preocupación podemos escoger entre tres opciones, o mejor dicho entre tres maneras de respuesta. Una, evitar. Dos, controlar, Y tres, aceptar. ¿Qué ocurre si evitamos? Pues que el problema vuelve a nosotros tarde o temprano. ¿Y si intentamos controlarlo? Pues que continuamos teniendo el mismo problema con el añadido de que el controlar se va a transformar en otro problema que cansa mucho más que el propio problema. Y la última, aceptar. Aceptar no significa rendirse, significa ocuparse de lo que está ocurriendo en vez de preocuparse y quedarse en modo bucle mental y emocional.

Ni la primera ni la segunda opción son saludables a nivel mental ni emocional, pero es que tampoco a nivel físico y social. Y lo digo con razonamiento de causa ya qué la ansiedad y el estrés se están apoderando de nosotros convirtiéndose en el mal de nuestra era, y ya no hablo solamente a nivel sanitario (que también porque al menos una de cada diez personas sufren sus síntomas), sino que ya nos está costando un 2% del PIB anual en España además de que el Trankimazin lo encontramos en demasiadas casas como si fuera una simple aspirina. Hiperventilamos más que respiramos, en otro artículo también respiraremos.

No pretendo ser catastrófica pero debemos abrir bien los ojos y por consiguiente la mente para que ésta sea adaptativa y no autodestructiva ante cualquier realidad. Por lo contrario la ansiedad y el estrés se pueden convertir en un monstruito que nos acompañará todos los días, que nos hará creer (si no es que lo has hecho ya) que vivir así es lo normal y que los monstruitos somos nosotros por algunas de nuestras reacciones. Y digo esto porque nuestro modus vivendi y nuestra sociedad tienden a alimentar al monstruito por vivir inmersos en la competitividad, en la autoexigencia, en expectativas enormes, y en un hedonismo en el que no nos damos permiso a sentir según qué emociones y en donde se vende una idea equivocada de la felicidad. Mirad que felices vivimos si no sentimos, pensamos y actuamos saludable, y no por vivir momentos difíciles sino por no saber gestionarlos.   Contradicción.

No se trata de pensar, pensar y pensar, pero es de las buenas preguntas de donde salen las buenas respuestas y las mejores decisiones. Ansiedad tenemos todos, y es una forma de activación y motivación si la usamos a nuestro favor. Pero no es lo mismo ir a mil revoluciones que ir fundido, por lo que si vas fundido de forma habitual este estado se puede alargar demasiado incluso desequilibrando nuestro funcionamiento interno, tanto físico como mentalmente. Veamos que sucede cuando la ansiedad se instala en nosotros.

A modo de resumen, a ver si os suena. Cuando vivimos en un estrés sostenido principalmente se desequilibra nuestro sistema nervioso en forma de trastornos del sueño, variando nuestra temperatura corporal y hasta nuestro apetito, por falta del mismo o por exceso. A este último punto si es por exceso le llamaríamos hambre emocional, del cual hablaré más detalladamente en otro artículo por la magnitud de su existencia. Pero además del sistema nervioso también se desequilibra el endocrino aumentando los niveles de cortisol impidiendo que nuestro cuerpo deje de estar estresado hasta cuando dormimos, variando nuestro humor por desequilibrándose los niveles de serotonina, disminuyendo nuestra energía por el gasto extra que esto le supone en nuestro organismo, estando más irritables, concentrándonos poco, y engordando aunque intentemos adelgazar. Y para acabar de rizar el rizo cuando esto sucede indirectamente también sale perjudicado nuestro sistema inmune en forma de dolores de cabeza y migrañas frecuentes, desordenes estomacales como las malas digestiones, psoriasis, hipertensión, resistencia a la insulina, diabetes, etc. Como veis también vivimos en la era psicosomática.

Aunque Descartes dijera que el hombre es racional y que tenemos esa noción de que la cabeza va por un lado y el cuerpo va por otro, queda bien claro que la conexión entre cuerpo y mente es una realidad. Pero no se trata de cambiar la realidad sino de qué hacer con ella, porque todo este escenario puede derivar a otras dolencias como la depresión, la fatiga crónica o cualquier otra enfermedad autoinmune. ¿Esto es lo que esta sucediendo en nuestra sociedad o lo he soñado? Hemos de ser conscientes que formamos parte de un superorganismo que va más allá de nosotros mismos y que de lo que se trata es de alinearnos con él en vez de crearle resistencias. Evitando y controlando seguro que no, pero aceptando y creyendo en nuevas posibilidades tanto personales como colectivas en vez de lamentarnos, conformarnos o preocuparnos puede que si. Creer para ver, no ver para creer.

Como psicóloga, si intento extrapolar el “creer para ver” y el “ver para creer”, lo llamaría “cambiar para conocer” o “conocer para cambiar”. Conocer para cambiar puede resultar útil porque tal y como dijo Carl Jung “Quien mira hacia fuera, sueña. Quien mira hacia dentro, despierta”, así que el primer paso es el de reconocer la importancia y las consecuencias que tiene aquello que piensas y lo que haces con tus emociones. Pero para que nuestro pensamiento no nos limite a actuar de maneras distintas debemos aceptar que la mayoría de los problemas no derivan de las respuestas que nos damos sino de las preguntas que nos hacemos, y de que no es porque las cosas son difíciles que no nos atrevemos sino que son difíciles porque no nos atrevemos. Así que atrevámonos, pero ¿a qué? A cambiar nuestra forma de pensar, a cambiar para conocer.

Si quieres conocer algo prueba a cambiarlo primero desde como piensas y actúa en base a ello, ya que desde la preocupación las cosas no van a cambiar por si solas. Desde el cambiar no significa que no pensemos sino que los pensamientos son fruto de experiencias emocionales correctivas resultado del cambio inicial, la acción. No podemos no actuar en este mundo que solo hace que cambiar, pero debemos hacerlo a nuestro favor, al de todos, porque tal y como dijo Paul Watzlawick, “la autopercepción del hombre está en función de las relaciones en las que participa”. Empieza por la relación que tienes con tu pensamiento y verás que la ansiedad no irá en tu contra y te llevará a hacer cosas maravillosas. Cree en lo imposible y podrás hacer lo increíble.

Así pues como profesional también me he visto obligada a cambiar para conocer cómo tratar el estrés y la ansiedad en nuestro funcionamiento actual, y han sido las necesidades reales de nuestra era las que me han llevado a fusionar la Psicología al Health Coaching por haber crisis de salud y de felicidad debido a que hemos descuidado nuestro pensamiento, nuestra salud y nuestra felicidad. Porque tal y como dijo Séneca “el poder de la mente es inconquistable”, y para ello es necesario entender que no importa tanto lo que te pase sino el darte cuenta de lo que puedes hacer con lo que te pase. Por lo contrario, si no te das cuenta que estás estresado o angustiado, tarde o temprano puede que esto estalle por alguna parte con más fuerza y dejes de vivir cosas maravillosas.

Ten muy presente que tu manera de ser es lo que multiplica todo aquello que haces, que es lo que los demás valoran de ti y que se contagia aunque el entorno a veces no sea fácil. Y de eso va la psicología positiva, de mantener el ánimo aunque la vida vaya o no de la manera que deseamos en ese momento. Porque el estado normal de una persona normal es estar contento y ser feliz. Que no sea lo habitual no significa que no sea lo normal.

Un ejemplo bien claro y codiando es llegar justíssimo al trabajo por haber encontrado muchissimo tráfico y no empezar el dia amargado, subir del parquing por el ascensor y que una compañera te cuente un sueño terrorifico y os riáis a más no poder, y salir por la puerta del edificio escopeteada junto a otro compañero que también llega tarde a una reunión y te vuelvas a reír por qué vais derrapando de buena mañana. La vida es divertida si tú quieres que sea divertida, aunque todos tengamos nuestros problemas, o mejor dicho circunstancias a resolver, que no es lo mismo que un drama. Éste fué mi inicio del miércoles y tuve un día genial. Así que diferéncia qué es importante y qué no y párate a pensar lo que funciona bien en tu vida, porque de tu actitud dependerá tu salud y tu felicidad.

Y retomando la contra y para darnos cuenta de lo que sucede a escala global, Alejandro Jadal dijo que el sistema sanitario nos enferma y nos mata, el educativo nos embrutece, el financiero nos empobrece, el alimentario nos envenena y el político nos oprime. ¿Pues empecemos por nosotros mismo no? Debemos aceptar este todo y sanear nuestro pensamiento para creer y crear nuevas posibilidades, porque aprendiendo a ser saludables y felices sanearemos nuestra sociedad. ¿Pero qué pensamientos debemos sanear y en qué debemos aprender a creer? ¿Aprender o desaprender?

Desaprender no es no tener conciencia de lo que hacemos sino hacer las cosas sintiéndonos libres y tranquilos, aceptando que formamos parte de un todo que no podemos controlar y tomando decisiones desde la incertidumbre pero con consciencia. Debemos tomar decisiones desde lo que depende de nosotros y desde nuestras necesidades reales como seres humanos, no desde los miedos y desde la prisa. Porque cuando estamos ansiosos o estresados es como si viviéramos en un “peligro constante”, pero este peligro no es real. Lo que si que es real es que este monstruito es fruto de algunas circunstancias que no podemos ignorar, pero si podemos decidir que hacer con ellas.

Normalmente cuando estamos en peligro respondemos de tres formas, las tres F: fly, huir; fight, luchar; y freeze, quedarse quieto, helado. ¿Ante qué? Ante ti. Pero como hemos dicho que el peligro no es real, os propongo decidir vivir la misma situación pero cambiando aquellos pensamientos que te permitirán conocer que la puedes vivir mejor. Solo tienes que decidirlo y tus pensamientos cambiaran tus emociones, tus acciones, y hasta la expresión de tus genes y tu salud física.

Porque una mente en calma puede producir bienestar en cualquier situación, intenta dejar tus monstruitos enjaulados como si no pudieran interferir en tu bienestar ni en tu día a día. Allí están, acéptalo sin huir, sin luchar y sin quedarte quieto. Siéntete libre para estar bien en tu día a día, y si quieres de tanto en tanto puedes ir hecharle un ojo a tus montruitos para ver si tienen más hambre o simplemente han dejado de molestar. Si tienen más hambre aprende a escuchar qué te quieren hacer aprender, y de nuevo actúa “como si” los monstruitos no pudieran interferir en tu día a día. Al final van a dejar de molestarte aunque estén en su jaula. El “como si” es muy poderoso. Crea este pensamiento y conoce otras posibilidades de vivir cada realidad.

La metáfora del monstruito enjaulada la tomé prestada de una psicóloga muy especial, como también he tomado prestado el “lo que crees, creas” de un coach espiritual. Y no se de donde lo saqué y mira que me lo repito y me lo aplico muy a menudo, «cada día haz algo que te de miedo» porque por pequeño que sea si esto beneficia a tu salud y felicidad también beneficiará al todo. Actúa “como si” la vida fueran secuencias de buenos momentos, porque si encadenamos secuencias de buenos momentos la vida cambia.

Imaginad si cada uno lo hiciera en sus casas, trabajos, familias, equipos, pueblos y ciudades.

Entrenar la salud y la felicidad,
mi propósito profesional en Barcelona, y personal en el universo.

error

Disfruta de este blog.Pasa la voz:)